domingo, 15 de junio de 2014

Del miedo y el olvido


Lo que más le pesaba, más que el yunque que hacía tiempo que sustituía al corazón, era el dolor del que nadie hablaba, ese dolor que pasaba de abrazo en abrazo, de beso en beso, y rodeaba el aliento de todos los "buenas noches", siempre y solamente, entre las cuatro paredes de su casa y entre ella y las dos personas de su vida. Ese dolor tan tangible por ellos y tan invisible por todos los demás, se hacía más fuerte ante la ignorancia del mundo, ante cada nueva persona de su vida. Todo parecía puro teatro, fingirlo casi todo ocultando la verdad más grande de una vida: la muerte.
Después de nombrarla, todas las reacciones se parecen: las bocas se tuercen, las palabras se estandarizan como con un resorte ante las noticias adversas y se agachan las miradas. Después de eso, el silencio, y el olvido. Y el miedo a hablar.
Si me has entendido, si entiendes lo que digo, la próxima vez que nos veamos solo dime que mi madre era muy ocurrente, que cocinaba de maravilla, que tenia una risa contagiosa y  mucho estilo. Que tú también la echas de menos o por el contrario, querrías haberla conocido. Y si no sabes qué decir, pregúntame por ella. Porque prefiero pensar que era el miedo el que os frenaba, y no el olvido.