lunes, 29 de octubre de 2012

Llovía




Recuerdo una emoción cercana al éxtasis y una noche de estrellas latentes y fugaces. Mi cámara era incapaz de captarte, y a menudo te recuerdo en las fotografías que no hice. Te pareces de forma unívoca a la dulzura en todas ellas. Recuerdo dos clavículas perfectas que me quisieron, y las ciudades grandes que nos cuidaron las nostalgias. Por esas ciudades y por esos huesos me resbaló el llanto, y ahora sé que tu cuerpo había guardado desde el principio un hueco para esas lágrimas, para esa tristeza que vendría de repente. Pasamos las horas acurrucados como dos gatos, lamiéndonos los ojos mientras nuestros cuerpos inmóviles ronroneaban las canciones más azules. Llovía. En ti, en mí, en Roma. Sobrevinieron los días más tristes, pero también el calor de todos los inviernos.

lunes, 15 de octubre de 2012

La distancia más grande

Me pregunto cual será la velocidad del latido de un motor de avión, de un corazón de escarabajo. Pienso en el verde nacarado de sus alas, en el brillo multicolor de las pompas de jabón que flotan sobre la costa desde enero. Pienso, que la distancia más grande entre dos almas, coincide con la más pequeña entre dos cuerpos (cuando más duele). Pienso, en que es preciso intentar siempre lo imposible, si lo merecemos. Pienso en lo importante, que perdura, y en los detalles prescindibles que me quitas quitan el sueño.

martes, 9 de octubre de 2012

No sé bien cómo empezó. Duró lo que dura una canción, de las que hacen que el tiempo se dilate, de las que filtran los sentidos o por el contrario, te abren el pecho y de repente te hacen sentir que todo el mundo está viendo lo que eres, aunque no la escuchen. Sé que piensas en una canción, yo también lo hago. Nos libera o agazapa, nos expone, nos vuelve indefensos, nos hace caer. Sabes a lo que me refiero. No eres valiente, y yo tampoco. Puede que no bailemos porque llevas otro ritmo. Puede que estemos cayendo por distintas cornisas, con distinta gravedad. Puede. Pero caemos. No somos valientes y caemos.