miércoles, 6 de junio de 2012

Por esta quietud.


Será porque últimamente los días están a ras de suelo, muy quietos y muy grises, se diría que en blanco y negro. Así, la sangre deja de ser sangre y el único que la siente es el que la bebe y encuentra su sal. Será porque las cosas son todas las mismas, unas exactas a otras. Será porque ha desaparecido el sistema métrico decimal que quisiera llevarte a un mundo sin medida.
Y los perros y los tendales y las palomas y las cartas y las miradas y los pasos, son todos el mismo silencio. Y hace tiempo que todas las caras tienen idéntica tristeza, y tengo que palparlas una a una hasta encontrar la tuya.
No siento la temperatura y voy buscando una sensación cercana a la vida en las corrientes de aire, cada vez más leves. Por eso a veces te pido que me soples como a una vela, como si fueras el viento. Y a veces lo consigues. Y a veces eres viento.
Será por toda esta quietud que me gustaría llevarte a la montaña más alta, para que vieras a tus pies las nubes y la nieve más blanca que hayan aplaudido tus ojos. Te bajaría volando a un bosque de secuoyas, de tierra húmeda y con el sol lamiéndote desde muy lejos. Y en ese cambio adrenalínico de la nada al precipicio, sé que llorarías. Tú también llorarías.


3 comentarios:

La Guardarraya de la Siberia dijo...

Corren días extraños. No encantadoramente extraños, ojo, extraños a secas.

F. Argensola dijo...

Genial (=

Alex Maladroit dijo...

Llorar por ver algo ofensivamente bonito, imagino.